DOMINGO
DE RESURRECCIÓN
Antes de comenzar la Misa de Pascua, el pueblo se reunía en la
iglesia desde donde comenzaba la
procesión del Encuentro, en torno a la
Iglesia. Primero, salían los hombres acompañando al Bendito Cristo portado por
la persona que más había pujado por Él. Desde el porche giraban al lado izquierdo.
Después salían las mujeres que acompañaban la imagen de la misma
y giraban a la derecha. Las mozas
portaban a la Virgen, vestida con doble
manto, el blanco cubierto por el negro.
En un determinado punto,
se producía el encuentro de Cristo con su Madre. Entonces, las mozas cantoras,
se dividían en dos pequeños coros para cantar “El Encuentro”. Este se
teatralizaba: Se alargaba el paso, se quitaba el manto negro, se ponían de
rodillas y, finalmente, en una única procesión, se regresaba a la iglesia para
iniciar la Misa de Pascua.
EL
ENCUENTRO
¡Buenos días, Virgen Pura!,
¡Madre del Divino Verbo!
¿Qué haces ahí en esa calle
cubierta de velo negro?
Voy en busca de mi Hijo,
que me han dicho, por muy cierto,
que ayer tarde se ha perdido.
Creo que estará en el Templo.
Alarga, señora el paso
te reconozco, sin duda,
te has de encontrar con tu Hijo
en la calle la amargura.
A todos cuantos hallabas,
preguntabas afligida
que, si acaso, habían visto
aquel hijo de tu vida.
Ninguno te satisface
solo aquellas tres Marías
que antes de rayar el alba
del sepulcro ya venían.
Recibe, Jesús amante,
nuestros tristes sentimientos
y por eso hoy, de mañana,
os salimos al encuentro.
Cesa, Señora, tu llanto
que viene resplandeciendo
más hermoso que el sol vivo
de claro, como un lucero.
Cesa, Señora, tu llanto
que viene resplandeciente
más hermoso que el sol vivo,
rompiendo con tanta gente.
Venimos las doncellitas
a visitar a María
con dolor de sentimiento,
de verla tan afligida.
A referir el secreto
que ha sucedido estos días,
de aquella infame canalla
de aquella gente judía.
Que por envidia y soberbia,
trataron quitar la vida
a nuestro Dios humanado,
que es el Hijo de María.
Aquel que nació en Belén
entre gente desconocida,
y que adoraron los Reyes
por inspiración divina.
El que hizo tantos milagros
y predicó la doctrina
y reprendía los vicios
al que mudase de vida.
Enarbolaron la cruz
poniéndola en lo más alto
dejáronla caer de golpe
en aquel profundo lago.
Se reventaron sus venas,
quedando el suelo bañado,
vertida toda su sangre,
del que nos dio el ser humano.
Desde esta Semana Santa
quedamos arrepentidas
por haber bebido el agua
de la fuente cristalina.
Desde esta Semana Santa
quedamos arrepentidas.
Ya resucitó el Señor,
dentro del tercero día.
Ayer cruzaron las calles
de aquella ingrata ciudad.
Ha llegado el sentimiento
de profunda soledad.
¡Quítate ese triste manto!
¡Revístete de alegría!,
que viene resplandeciente
aquel Hijo de María.
¡Quítate ese triste manto!
Y ¡revístete de gala!
que viene resplandeciente
el que tú, muerto llorabas.
Ya cesaron nuestras penas
y toda nuestra amargura.
Ya todo será placer
y eternamente dulzura.
Ya se cumplió la Palabra
y el tiempo de morir Dios.
Estremeciendo la guardia,
el muerto resucitó.
¡Buenas pascuas! ¡Buenas Pascuas!
tengan todos los presentes
y también el señor cura,
autoridad competente.
De rodillas nos postramos
delante del Redentor,
a pedir al señor cura
de nuestras culpas perdón.
De rodillas nos postramos
estas humildes doncellas
dadnos vuestra bendición
Virgen Santa, por la Tierra.
¡Regocíjate, María!
Y te irás para tu Templo.
Y nosotras doncellitas
vamos en tu seguimiento.
Santísimo Cristo de la Buena
Muerte. El Domingo de Resurrección se vestía con una estola y falda blancas.
La imagen de Nuestra Señora. El Domingo de Resurrección
se vestía con manto blanco cubierto por otro negro, que se retiraba durante el
Encuentro al encontrarse con su hijo resucitado.