GEOGRAFÍA DEL PUEBLO Y OTRAS CURIOSIDADES
Lo que refiero a continuación
está basado en la observación y el recuerdo que tengo de mi pueblo, Jabares de
los Oteros, a finales de los años 50 del siglo XX.
Jabares es un
pueblo en la línea de transición entre la Ribera del Esla y la comarca de los Oteros. Se puede
decir que, su término municipal está en dos escalones o terrazas, Una baja que
limita con la ribera y otra elevada que se abre a los Oteros.
Un otero es un
cerro aislado que domina un llano. Un otero es un altar,
según, su etimología. Otero es la versión castellanizada que deriva de la antigua versión
gallega-portuguesa Outeiro. Esto a su vez deriva de la palabra Altariu,
deformada del latín altare, y que
significa Altar. Por otro lado, la palabra otero se refiere ancestralmente a un montículo que sobresale de un llano. Así es,
este pueblo está en un alto y desde él se vislumbra una llanura y sus límites, como la Cordillera
Cantábrica, si viajas en dirección Norte.
El territorio que abarcaba el pueblo, y hasta
los años 80, cuando se realizó la concentración parcelaria y se construyó el canal del río Porma, tenía zonas de regadío, que pertenecían a la
ribera y otras de secano, que eran de los Oteros. Ahora desde la llegada del
citado canal, ya todo es regadío.
Como he dicho anteriormente, el pueblo está situado al Sureste de la
provincia de León.
El Norte del pueblo
limita con el territorio de Campo de Villavidel. Para acceder al pueblo desde
esa zona es necesario subir una cuesta, al final de la cual hay una explanada
donde se ubica el actual cementerio; después hay otra bajada, conocida como
“los hondones” donde
se acumulaban pequeñas lagunas temporales para iniciar una nueva cuesta,
ya poco prolongada donde se encuentran, en zona plana, las primeras casas del
pueblo del límite norte.
Si desde aquí se avanza en dirección Sur un espacio de 300 metros aproximadamente, se
encuentra otro pequeño otero, donde se
ubica la iglesia, que como no puede ser
de otra manera es la cota más alta del pueblo y por tanto, está,
estratégicamente, situada. La iglesia primitiva - del S. XIII, gótico mudéjar -
como todas, excepto la actual, tenía su acceso por el sur
con zona porticada y bancos para el descanso, donde se impartía la
doctrina a los niños para la preparación a la primera comunión. Sobre
las vigas de la techumbre del pórtico,
se hallaba un palo muy largo que tenía enrollado
una tela, desaparecido al derruirse la iglesia.
Nadie nos lo mostró, ni nos
informó de su función ni lo que representaba. ¿Por qué? es una cuestión, que
como Bob Dylan, dejo en el aire. Intuyo
que era el “Pendón” del pueblo. Visto desde mi perspectiva actual, siento
añoranza por las cosas perdidas.
Desde este pórtico, de tamaño grande como la
iglesia, se divisaba una pequeña llanura en torno al río/ arroyo Valdearcos, afluente del Esla y a la carretera que conduce hacia Valencia de Don Juan.
En el lado Norte
de la iglesia había un pequeño cementerio, hoy desaparecido bajo la actual
iglesia. Dentro de la misma también había enterramientos bajo un suelo de
madera con diversas aperturas. En el interior de este lado, había dos altares
menores.
El altar principal estaba dirigido al Este, es decir
hacia Jerusalén, cuya pared estaba
ocupada por un gran retablo, delante del
cual se ubicaba el altar mayor que ocupaba una superficie elevada respecto del
resto de la iglesia cerrada por una balaustrada, a partir de la cual se
situaban los fieles: las mujeres en la parte de delante en reclinatorios y los
hombres, en la parte posterior ocupada por bancos. La zona destinada al altar estaba cubierta por un artesonado
mudéjar, derribado en los años 70. Algunos
de sus restos se conservan en el museo diocesano de León.
En el lateral
Sur, estaba la sacristía, delante de la cual se situaban los niños durante las celebraciones religiosas y el
púlpito. También había dos altares menores: el mayor de ellos dedicado a San Antón con su corbata, el patrón del pueblo
y detrás del altar más pequeño, próximo a la puerta de entrada, había un arco
ojival ciego cuyo interior estaba
decorado con una interesante pintura gótica, que cuando la iglesia se derrumbó,
en los citados años 70, fue retirada y llevado al museo diocesano de León.
En lado Oeste
de la iglesia, estaba el coro en lugar elevado al que se accedía por unas
escaleras de madera. En la zona que hace esquina con el norte, se situaba una
pila bautismal de tamaño importante. En el exterior de esta pared, se levanta
un campanario al que se accedía, desde la calle por una escalinata empinada de madera, a una espadaña
de doble campana, la cual es el edificio más alto del pueblo, con vistas a la
ribera del Esla.
Las campanas
sonaban los domingos, una primera “seña” para recordar la hora de la misa y una
segunda para anunciar el comienzo de la
misma. Tocaban también “a muerto” cuando fallecía algún vecino; repicaban
durante las procesiones y volteaban el
domingo de Gloria. Se utilizaban también para avisar de
cualquier suceso o situación que requiriese de la ayuda y/o conocimiento del pueblo
- para hacendera, incendio...
Actualmente,
guardan silencio ya que el acceso a las mismas no existe. En los salientes de
la espadaña se sitúan las cigüeñas con sus nidos, sus polluelos y su característico ruido
machando la comida para dar de comer a
sus crías.
De la citada construcción, únicamente, se conserva, el campanario.
En una parte del solar, varios años después, se construyó un nuevo templo,
habiéndose perdido: todos los altares y sus retablos, el principal y cuatro
secundarios; el pendón del pueblo, la pila bautismal; el púlpito…
Para el acceso
a la iglesia y a la zona poblada desde
el Sur, donde se encuentran: el
Valdearcos, que se cruzaba
saltando una hilera de pequeños mojones; un caño artesiano, donde bebía el ganado; una zona de barrera y las eras del pueblo;
hay que subir una pequeña cuesta, de escaso desnivel y poco prolongada hasta
alcanzar la zona plana donde están las viviendas.
Para acceder
al pueblo desde el Oeste, que limita con el término de Cabreros del Rio -
pueblo de ribera y cabeza del
ayuntamiento al que pertenece Jabares -, también hay que superar otra cuesta de
poco desnivel, pero prolongada.
La población
se asienta en una zona, relativamente, plana. Desde el oeste en dirección al
Este hay una pequeña inclinación del terreno donde se formaba con el agua de
lluvia, en el otoño e invierno, una barrera natural. A partir de la misma, se
suceden pequeñas cuestas que derivan en
planicie en dirección Este donde se encuentran varias casas y los medios de
comunicación del pueblo: la carretera local LE 512, que comunica Mansilla de
las Mulas con Valdemora, y el antiguo ferrocarril. A finales de los años 60
del siglo XX, desaparece el tren de vía estrecha, llamado “tren burra” que
comunicaba León con Valladolid. Por esta vía circulaban trenes tanto de
mercancías como de viajeros. En el apeadero del tren, y a las afueras de la
población, había una pequeña casa,
conocida como “La Casilla” donde vivía el caminero que cuidaba de la limpieza
y buen estado de las dos vías de comunicación. A unos metros de La Casilla, en dirección sur, había dos
pequeños puentes sobre el río
Valdearcos, uno para el tren y otro, para los coches. A pocos metros de la misma, en dirección
norte, y separada de la población,
se halla la ermita del pueblo,
dedicada al Bendito Cristo, de la que actualmente, solo queda su espadaña, en
la que había una famosa “esquila”, una pequeña campaña cuyo sonido tenía la
propiedad de ahuyentar las nubes
cargadas de elemento eléctrico. Cuando en verano, se acercaban las nubes que
presagiaban tormenta, lo que podía
arrasar los sembrados de cereal antes de ser cosechados, se debía tocar la
esquila de la ermita para espantar las nubes y proteger los campos.
A medio kilómetro, aproximadamente,
de la misma, Al Noreste del pueblo en dirección a la vecina
población de Palanquinos, un importante
nudo de comunicación ferroviaria en su día, se encuentra el Monte de Jabares,
un encinar donde abundaba fauna de caza que, en su día
fue propiedad local y después, en torno a los años 70, pasó a
manos privadas. Este es un símbolo
de identidad del pueblo.
La zona del
pueblo que se abre al Este, es una zona llana que limita con la comarca de Los
Oteros. Desde este lado, se divisan, a lo lejos, algunos “oteros” montículos elevados sobre la meseta y planos
en su cumbre y otros más pequeños y
cercanos al pueblo, que son o han sido nuestras bodegas, porque una bodega de
las nuestras, no deja de ser un otero.
Las casas del
pueblo eran de adobe. Las construidas antes de los años 50 tenían el interior
pintado y el suelo de tierra. Poco a poco se han ido transformando
especialmente cuando se instaló el agua corriente a finales de los 60. Para el
abastecimiento del agua se construyó un depósito en la parte más elevada del
pueblo, al Este del mismo. También se construyó un caño artesiano al lado, que
echaba un abundante chorro de agua templada,
muy agradable para lavar al aire libre, especialmente en invierno. El agua,
proveniente de la capa freática del subsuelo, se depositaba en un pilón de
paredes bajas donde se lavaba la ropa
que, cuando le rebosaba, se
encauzaba.
El suelo era
también de tierra, pero bastante pedregoso. No recuerdo la fecha de su
urbanización y del encauzamiento del
agua.
La economía de las gentes del pueblo se basaba, fundamentalmente, en
la agricultura y la ganadería.
En las décadas de los 50, 60, 70
el pueblo tenía diversos servicios y lugares de referencia para sus habitantes:
La iglesia y la ermita como lugares
religiosos, además del cementerio. La fiesta local es el 17 de enero día de San
Antonio Abad, patrono de los animales, más conocido por los lugareños como San
Antón. También es festivo el día de Santa Rita de Casia, el 22 de mayo;
festividad de la que desconozco su fecha de origen, si bien creo que está
relacionada con la pertenencia de varios vecinos y vecinas del pueblo a la Orden de San Agustín.
En el lateral
Norte de la Iglesia, había un trinquete para jugar a la pelota si
bien, no existía una gran afición. También
se utilizaba como lugar de juegos.
Las escuelas: En la parte Este del
pueblo, en torno a la barrera anteriormente citada, había un espacio, hoy la
plaza de la localidad, en el que se ubicaban dos escuelas, una de chicos y otra
de chicas con casa de maestro y maestra. En torno al año 1955, se cayeron de forma natural. Durante unos diez
años, se impartían las clases en habitáculos proporcionados por vecinos del
pueblo, dentro de sus casas. Aproximadamente, en 1965, se inauguró una escuela
de niñas en el mismo lugar que las anteriores y se adecuó la casa de concejo
como escuela de niños, próxima a la escuela de niñas. Ninguna de las dos tenía
casa de maestros. A mediados de la
década de los 70, se unificó y quedó la escuela de niñas como escuela mixta,
con una única maestra. A finales de los
años 80, los pocos niños que había se
trasladaban en autobús a Valencia de Don Juan.
Hablando de la
escuela, muchas veces he recordado un libro de lectura que me encantaba porque
era un libro que abría la mente a un mundo más allá del entorno del pueblo al
que se reducía nuestra vida. El libro se titulaba “Carmencita de viaje”.
Después de buscarlo durante un tiempo, este verano de 2022, mi hija lo
consiguió y he disfrutado mucho refrescando la memoria. Lo que supuso este
libro para mí, lo refleja muy bien una
frase de García Lorca que dice: “Muchas veces un pueblo duerme como el
agua de un estanque un día sin viento, y un libro o unos libros pueden
estremecerlo e inquietarlo y enseñarle nuevos horizontes”. Es un libro editado
por primera vez en 1958; en la escuela lo leeríamos en 1962 o 1963. Del libro
recuerdo, especialmente, el capítulo dedicado a una fábrica de muñecas y el de una fábrica de fósforo con el que descubrí que,
la cabeza color marrón de las cerillas, era fósforo.
La casa de concejo: con la unificación
escolar, se transformó en bar. A finales de los años 50 había desaparecido el
único bar que había en el pueblo que tenía,
también, pista de baile. Cuando este desapareció, a mediados de los años
60, hubo otro bar muy espacioso, que se convertía
en pista de baile durante las fiestas patronales de San Antón y Santa Rita. El bar tuvo la
primera televisión de la que podíamos disfrutar
y donde recuerdo pasar tardes de verano viendo corridas de toros, la programación del único canal de Televisión Española.
El médico y el practicante acudían desde los pueblos vecinos: Cabreros del Río y
Palanquinos, cuando los vecinos los necesitaban.
En los años 50,
había dos tiendas de ultramarinos que
disponían también de algún producto básico más, como zapatillas, chanclos,
madreñas. El pescado y la carne,
llegaban en bicicleta, durante algún tiempo; pero a partir de los 60, junto a
la fruta, diversas bebidas, productos
textiles se vendían en furgonetas de reparto que venían al pueblo con diversa
periodicidad. El pan se repartía diariamente.
Creo que, a
finales de años 70, en una de estas tiendas de ultramarinos, se instaló la
primera línea telefónica del pueblo. Era un terminal de un centro de
operaciones instalado en la vecina localidad de Palanquinos. Desde ese terminal podían realizarse llamadas
o recibirlas (la Señora Soles iba a casa del receptor de la llamada, bien para darle el recado que le transmitían
o para que este acudiera al teléfono). Siempre se hablaba a través de la operadora en una comunicación
público-privada, que sin embargo, considerábamos un gran avance.
También en los
años 50 había un molino para la molienda de diversos cereales. Y una pequeña fragua para herrar al ganado.
El herrero, en
la década siguiente, disponía de una furgoneta
que se utilizaba como medio de transporte de viajeros cuando no alcanzaban los
servicios prestados por el autobús de la línea Gordoncillo – León y Mayorga –
León que hacía un viaje de mañana a la capital y regresaba de tarde. En época
posterior, aumentaron el servicio, pudiendo regresar al pueblo al mediodía y hacer un viaje d ida y
vuelta por la tarde.
El desplazamiento
en tren, el llamado “tren burra” debido a la velocidad a la que circulaba, apenas lo recuerdo; también pasaba un TAC de la línea Valladolid – León,
pero no paraba en el pueblo.
En los años
50, en el pueblo había una costurera para
vestir a las mujeres y una sastra para los hombres; así como albañil.
Hasta los años
80, creo recordar, seguía habiendo una tienda de ultramarinos, pero, con el avance de los medios de transporte, muchos
servicios llegaban del exterior o se
adquirían fuera del pueblo.
Hasta
principios de los años 60, existía otro curioso servicio, es de la curandera de verrugas. En esta época
a que me refiero, eran muy frecuentes las verrugas en las manos, llamadas clavos porque adquirían la forma de
la cabeza de un clavo. Como, además de molestas, eran poco estéticas,
recurríamos a una señora del pueblo, con consulta gratuita, que mandaba
llevarle el mismo número de garbanzos que verrugas se tenían. Al cabo de un
tiempo, que ella no especificaba, decía que las verrugas desaparecían, fenómeno
que, casi siempre, ocurría. Cuál era el secreto poder oculto que utilizaba, se
fue con ella; aunque algunos rumores decía que escondía los garbanzos y cuando
estos se secaban también lo hacían las verrugas. Ahora sé que las
verrugas comunes son pequeños bultos granulares en la piel que aparecen con
mayor frecuencia en los dedos o en las manos,
que son causadas por el virus del papiloma humano (VPH) y se
transmiten por el tacto. Las verrugas comunes suelen ser inofensivas y, con el
tiempo, desaparecen por sí solas, con la ayuda de nuestro sistema inmunitario.
Si damos un salto en el tiempo y
nos colocamos en la actualidad, los servicios se reducen a un bar y, gracias a la buena idea de una
mujer jabareña y emprendedora, en el
pueblo existe la quesería “El Praizal”, que elabora sus diversos quesos con
producto autóctono de leche de oveja,
de esta forma no solo oferta un buen y reconocido producto, sino que
también da visibilidad a la localidad.